Eustaquio
Frías fue el último de los jefes del Ejército de los Andes que vio
Buenos Aires. Un día le preguntó el presidente Pellegrini si conservaba
alguna de sus espadas usadas en las campañas de la libertad, y Frías le
contestó con voz pausada:
"No, aunque he cuidado mucho mis armas, porque la Patria era pobre y yo también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en Junín. Ya estaba algo sentido...."
La respuesta vale por toda una biografía.
Era de Cachi, lugar que escasos argentinos conocen. Nació en 1801, el 20 de setiembre. Era hijo de Pedro José Frias, que en la batalla de Tucumán perdió una pierna y de doña Loreto Sánchez.
No tenía cumplido los quince años de edad cuando Eustaquio, en Mendoza por padrinazgo de Mariano de Necochea sentó plaza de cadete en el Regimiento de Granaderos.
Hizo toda la campaña del Perú, fue de la primera y segunda expedición a la sierra, a las órdenes de Arenales, se batió en Nazca y en cerro de Pasco. Concurrió al asalto del Callao, a la campaña de Quito y fue uno de los noventa y seis granaderos con que Lavalle cumplió la hazaña de Riobamba.
Lo condecoraron en Pichincha. Volvió a Lima conduciendo a los granaderos que habían quedado en la capital del Ecuador. A mediados de enero de 1823 combatió en Chunchanga, donde una bala le cruzó el brazo derecho. En 1824 formó entre los 120 granaderos que se incorporan al Ejército de Bolívar en Huarar. Con ellos llegó hasta Junín.
Cuando el 25 de diciembre de 1825 se publicó la noticia de que había llegado a Mendoza, conducido por el coronel Félix Regado, el "resto del Ejército de Los Andes, después de nueve años de campaña", se dio la lista de los diecinueve o veinte "sobrevivientes". Allí figura el portaestandarte Eustaquio Frías.
"No, aunque he cuidado mucho mis armas, porque la Patria era pobre y yo también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en Junín. Ya estaba algo sentido...."
La respuesta vale por toda una biografía.
Era de Cachi, lugar que escasos argentinos conocen. Nació en 1801, el 20 de setiembre. Era hijo de Pedro José Frias, que en la batalla de Tucumán perdió una pierna y de doña Loreto Sánchez.
No tenía cumplido los quince años de edad cuando Eustaquio, en Mendoza por padrinazgo de Mariano de Necochea sentó plaza de cadete en el Regimiento de Granaderos.
Hizo toda la campaña del Perú, fue de la primera y segunda expedición a la sierra, a las órdenes de Arenales, se batió en Nazca y en cerro de Pasco. Concurrió al asalto del Callao, a la campaña de Quito y fue uno de los noventa y seis granaderos con que Lavalle cumplió la hazaña de Riobamba.
Lo condecoraron en Pichincha. Volvió a Lima conduciendo a los granaderos que habían quedado en la capital del Ecuador. A mediados de enero de 1823 combatió en Chunchanga, donde una bala le cruzó el brazo derecho. En 1824 formó entre los 120 granaderos que se incorporan al Ejército de Bolívar en Huarar. Con ellos llegó hasta Junín.
Ochenta lanzas en Ayacucho
Ochenta lanzas argentinas participaron de la batalla final en Ayacucho. Frías fue una de ellas. Volvieron a herirlo; un bayonetazo en una rodilla.
Cuando el 25 de diciembre de 1825 se publicó la noticia de que había llegado a Mendoza, conducido por el coronel Félix Regado, el "resto del Ejército de Los Andes, después de nueve años de campaña", se dio la lista de los diecinueve o veinte "sobrevivientes". Allí figura el portaestandarte Eustaquio Frías.
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