Cuando Borges dice: “Los peronistas no son ni buenos, ni malos;
son incorregibles”, (independientemente del juicio de valor cuasi solapado del
autor) se extrae con suma evidencia que el carácter de ser peronista importa para
Borges una situación ubicada concretamente “en lo que no resulta correcto”,
como dice la RAE “libre de errores o defectos, conforme a las reglas” o en su
segunda acepción y en referencia a una persona: “De conducta irreprochable”, en
dicho sentido, ser peronista es ser de conducta reprochable, pero además:
incorregible.
En la afamada sentencia,
puntualmente en el carácter de incorrección borgiano se destaca además que el
mismo no resulta pasible de saneamiento alguno, por ser justamente incorregible,
vale decir, es fatalmente “no correcto”, como esos actos jurídicos que viciados
de suma gravedad no pueden ser purgados porque uno de sus elementos esenciales está
afectado o simplemente no está presente; en fin, Borges es sin duda lapidario y al momento de
referirse al peronismo, como la
justicia china es también rápido y efectivo.
Lo que es harina de
otro costal es que en otro nuevo año que se recuerda aquel histórico 17 de
octubre, el peronismo del siglo XXI como movimiento político, le debe a la
argentinidad un profundo replanteo por las gestiones pasadas desde la vuelta de
la democracia la fecha.
Como colofón de esta
líneas es de mención que no existe por cierto el denominado “peronómetro” para
medir en forma exacta quien es peronista y quién no, pero la historia Argentina
de las últimas seis décadas -que es también la historia del peronismo- se debe
una dura crítica sobre todos aquellos individuos que desde la conducción y del
poder, invocando el “manto sagrado” del peronismo nos condujeron a muchos de
los desastres cotidianos.
Si el saldo de
décadas de gobiernos peronistas es la pobreza a niveles africanos, el imperio
de la droga, la falta de salud, educación y sobre todo: la falta de justicia; resultaría una
verdad -por lo menos “a medias”- aquello que también decía Borges: “Los peronistas son gente que se hace pasar
por peronista para sacar ventaja”.
Y decimos “verdad a
medias” porque debe entenderse desde la doctrina justicialista, que el
peronismo se ha plagado de sujetos impresentables que solamente han velado por
su propio bolsillo y que han bregado por el poder absoluto.
El peronismo del
siglo XXI deberá ser un movimiento político de obrar recto como el ángulo que
mide la escuadra o no será nada. Es necesaria una vuelta a las fuentes, a los valores rescatables que se propiciaron justamente un 17 de octubre de 1945. Buenos días.
Roberto C. Suárez
Abogado
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