“Este es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Cabildo que se respetaran su voluntad y sus derechos. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no hay perfidia ni voluntad humanas que puedan someterlo.” (Fragmento del discurso de Juan Perón ante una multitud en los balcones de la Casa de Gobierno el 17 de octubre de 1945, luego de haber estado prisionero de un sector del Ejército refractario a su proyecto de poder y de país)
El lunes próximo se cumplirán 71 años de una masiva movilización obrera que partió en dos la Argentina oligárquica y pastoril. Fue un tajo profundo en la historia que amplió la participación de la ciudadanía, consagró nuevos derechos y democratizó el ingreso de los trabajadores. Fundó en el país la sociedad de masas. Para algunos, la fecha fue el nacimiento del peronismo, el momento fundacional de una identidad aún perdurable. Perón tenía 50 años y especulaba con su pase a retiro, mientras con astucia de estadista empezaba a modelar un fecundo liderazgo civil que lo llevaría tres veces a la Presidencia. Hay querellas con el parto de su más audaz criatura política: para algunos, el peronismo había nacido con el golpe de estado del 4 de junio de 1943, del cual el coronel había sido activo protagonista como miembro del GOU, un grupo militar con aires de logia conspirativa.
Es probable que ni Perón ni su pareja, Eva Duarte, una actriz sin la bendición del éxito que por su condición y su convivencia clandestina con el coronel despertaba las iras de un generalato vetusto, hayan ponderado lo que vendría tras esa noche bautismal. Fueron diez años en los que la Argentina se transformó para siempre. Los “cabecitas negras” conocieron derechos y dignidades sin explorar. Para ellos sí fue una década ganada, pero en el marco de crecientes odios larvados que un mal día estallaron y buena parte del país ardió con sed de venganza.
Al regresar del exilio, en el crepúsculo de sus días, Perón fue un sabio animal político, un zoo politikon aristotélico. Aprendió de sus errores. Por entonces, con humor ácido y picardía criolla, les decía a los súbitos peronistas: “Así que se me hizo peronista, vea cómo son las cosas, justo cuando yo estoy dejando de serlo”. Se despidió desde ese mismo balcón del 45, casi treinta años después, con una bella poesía política: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”. En confianza, mejor que el General, donde quiera que esté, no sepa lo que muchos peronistas hicieron en su nombre. Merece descansar en paz.
Es probable que ni Perón ni su pareja, Eva Duarte, una actriz sin la bendición del éxito que por su condición y su convivencia clandestina con el coronel despertaba las iras de un generalato vetusto, hayan ponderado lo que vendría tras esa noche bautismal. Fueron diez años en los que la Argentina se transformó para siempre. Los “cabecitas negras” conocieron derechos y dignidades sin explorar. Para ellos sí fue una década ganada, pero en el marco de crecientes odios larvados que un mal día estallaron y buena parte del país ardió con sed de venganza.
Al regresar del exilio, en el crepúsculo de sus días, Perón fue un sabio animal político, un zoo politikon aristotélico. Aprendió de sus errores. Por entonces, con humor ácido y picardía criolla, les decía a los súbitos peronistas: “Así que se me hizo peronista, vea cómo son las cosas, justo cuando yo estoy dejando de serlo”. Se despidió desde ese mismo balcón del 45, casi treinta años después, con una bella poesía política: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”. En confianza, mejor que el General, donde quiera que esté, no sepa lo que muchos peronistas hicieron en su nombre. Merece descansar en paz.
http://www.clarin.com/opinion/Peron-peronista-justo-querian-serlo_0_1669033084.html
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