NORBERTO GALASSO HABLA DE SU LIBRO EL 17 DE OCTUBRE DE 1945
“Gracias a ese día, la Argentina empezó a tener autonomía”
El trabajo, que mañana aparecerá con Página/12, resulta fundamental para comprender un hecho que marcó un antes y un después en la vida política del país. “Creo que los trabajadores que estaban buscando un líder lo encontraron”, afirma el historiador.
› Por Silvina Friera
La multitud de trabajadores, como protagonistas de una historia que se construye al andar, avanza rumbo a la Plaza de Mayo. “Inesperadamente, enormes columnas de obreros comenzaban a llegar –escribe Raúl Scalabrini Ortiz–. Venían con su traje de fajina porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres... Eran rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de resto de brea, de grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe. Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad... Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda, o descendían de las Lomas de Zamora... Era el subsuelo de la patria sublevado”. Leopoldo Marechal escuchó la musiquita de ese pueblo clamando por su líder y se unió a la multitud. “Vi, reconocí y amé a los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina ‘invisible’ que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar a sus millones de caras concretas y que no bien las conocieron, les dieron la espalda. Desde aquellas horas, me hice peronista”.
En aquella jornada histórica, Norberto Galasso era un niño de 9 años que pensaba jugar a la pelota en el Parque Chacabuco, donde vivía y vive. Entonces no sabía que algún día, en un futuro no tan lejano, sería contador, egresado de la Universidad de Buenos Aires, y que luego se liberaría de la “tiranía contable” para transformarse en un historiador que escribiría una monumental biografía de Juan Domingo Perón en dos volúmenes. Página/12 publicará mañana El 17 de octubre de 1945, librazo de Galasso para comprender un hecho que marcó un antes y un después en la vida política de país. “Mi vieja era maestra y mis tíos maestros, casi todos eran sarmientinos y gorilas. Mi viejo tenía un negocio que hacía composturas de relojes y vendía algunas pulseritas. El, que tenía ideas socialistas, un día en el 46 me dijo: ‘Voy a votar a Perón’. ‘¿Por qué?’, le pregunté. ‘La gente está mejor’. Acá en el barrio había muchas sirvientas en alpargatas que nunca habían entrado al negocio de mi viejo. Pero a partir del 45 empezaron a comprar alguna pulserita o un dije. Ese avance social hizo que mi viejo pasara del socialismo a una simpatía por el peronismo”, cuenta Galasso.
–En el libro recuerda un lugar común en torno al peronismo que postula que el peronismo “le robó” las leyes obreras a los socialistas o que el peronismo “le robó” los obreros al Partido Comunista. ¿Cómo explicar este equívoco?
–El fenómeno particular del país es que aparecieron los trabajadores en una semicolonia británica, como era la Argentina, que no tenía industrias. Había pocos obreros de fábrica en nuestra historia hasta la crisis mundial del ‘30. Después, a partir del ‘35, empezaron las migraciones del interior y como las importaciones se redujeron más por la Guerra, comenzaron a surgir las industrias. Los inmigrantes trajeron la idea de que era necesaria una sociedad socialista, pero al no haber industrias, había una contradicción: nacieron primero los socialistas y después los obreros. Este fenómeno hizo que el Partido Socialista se convirtiera en uno de clase media muy liberal, influido por la clase dominante. Cuando se produjo la alianza de Inglaterra con la Unión Soviética contra Hitler, la posición del Partido Comunista argentino, expresada por Victorio Codovilla, fue que había insólitamente dos clases de imperialismo: el imperialismo que combatían siempre y el imperialismo democrático, que era el caso de los ingleses. Había que hacerle entender a los obreros que no había que hacerles huelgas a los imperialistas democráticos porque eran aliados de la Unión Soviética. Esto produjo un vaciamiento respecto del control que tenía el Partido Comunista en algunos sindicatos, como el de la carne, dirigido por un tipo honesto como José Peter. Todo eso fue provocando que los obreros terminaran apoyando a Cipriano Reyes, que no era tan ético. Ni el Partido Socialista ni el Comunista, ni pequeños grupos trotskistas, que también estaban muy influidos por la formación europea que tenían, comprendieron que había una clase trabajadora que estaba buscando una expresión sindical y política, salvo el grupo Frente Obrero. Aurelio Narvaja, uno de los que dirigía el Frente Obrero, tenía vínculos con los sindicatos. El Frente Obrero dijo que el movimiento que estaba emergiendo alrededor del secretario de Trabajo no era socialista, pero significaba un avance importante que debía ser apoyado porque estaba enfrentando al embajador norteamericano y a los grandes oligarcas de galera y bastón. Se produjo ese desencuentro que aún hoy persiste, porque la mayor parte de los grupos de izquierda no termina de entender cómo es la clase trabajadora, que a veces se expresa como puede.
–En un momento del libro, cita una frase de Perón en que la afirma que le toca enfrentar a los mismos enemigos que enfrentó Hipólito Yrigoyen. El mismo Perón se inscribe en la tradición yrigoyenista, ¿no?
–Sí, en un momento de la lucha, cuando Perón estaba jaqueado por Spruille Braden, el embajador norteamericano que era el que dirigía prácticamente a la oposición, encontró que había un grupo de gente que venía del radicalismo, especialmente (Arturo) Jauretche y los hombres de Forja, que formaban la cruzada renovadora del radicalismo, que eran hombres desengañados del radicalismo por la figura de Alvear; se dice la alvearización del radicalismo. No sé cómo se diría ahora porque es mucho más grave: sería la macrización del radicalismo… Perón reivindicó a Yrigoyen y después hizo una declaración en la que lamentó mucho haber tenido una participación secundaria en el golpe del 30. En una oportunidad en que los industriales le dijeron a Perón que, si bien había sido un hecho sangriento, la Semana Trágica y la represión radical le había dado al país veintincinco años de tranquilidad, Perón les contestó: “Yo no les voy a dar a los explotadores ni veinticinco años, ni veinticinco meses, ni veinticinco días de tranquilidad, si es que se trata de perjudicar a los trabajadores”, con lo cual se puso en la línea histórica que venía de los caudillos federales del siglo XIX.
–Cuando detuvieron a Perón, usted cuenta que un conscripto lloró. Domingo Mercante interpretó ese gesto, ese llanto, como una buena señal. ¿Cómo definiría los días previos al 17 de octubre, iniciados con la detención de Perón el 13 de ese mes?
–Hago referencia a la obra de Luigi Pirandello Seis personajes en busca de un autor. Acá había unos personajes que eran esos trabajadores que no encontraban su expresión política. Hasta que encontraron que desde la secretaría de Trabajo empezaron a escucharlos y a recibirlos, con esa afabilidad que tenía Perón. Este conscripto que menciono en el libro se puede relacionar con esa foto en la que hay otro conscripto llorando el día de la muerte de Perón. Ese conscripto era un muchacho típicamente del interior, de las provincias más pobres. Mercante planteó que si ese muchacho había percibido que Perón podía ser su representante era que iban a ganar.
–¿Por qué generó tantos mitos y leyendas el 17 de octubre?
–Una gran leyenda es que Evita arengaba a los trabajadores, cuando el mismo Perón declaró que Evita no conocía a los delegados y lo único que hizo fue presentar un hábeas corpus y se fue a su casa. Las figuras esenciales fueron los gremialistas, por ejemplo Alcides Montiel (cervecero) o Luis Gay (telefónico), los que el 10 de octubre fueron a ver a Perón. Hay cosas que no se saben cuando uno investiga, porque se trata de gente que a veces reelabora o modifica sus recuerdos, o asume papeles que no fueron tan reales. A alguien que no sabemos quién era, si Perón mismo o los trabajadores, se le ocurrió que Perón se despidiera en un acto público que se hizo el 10 de octubre cerca del mediodía. Y juntó 70 mil personas. En ese discurso, Perón anunció que dejaba firmada una nueva Ley de Asociación de Profesionales para verificar los convenios colectivos de trabajo, y que dejó un proyecto de distribución de ganancias de las empresas a los trabajadores. En ese momento en que dejaron hablar a Perón, él dijo: “Trabajadores, uníos”, como si recuperara la convocatoria del Manifiesto Comunista. Perón se estaba formando, aunque algunos peronistas tradicionales no les gusta mucho esto que digo porque creen que Perón lo organizó todo. Perón estaba viendo lo que pasaba y no estaba muy seguro de tener un apoyo multitudinario. Por eso algunos discuten y dicen que Perón hizo el 17 de octubre. Otros dicen que el 17 de octubre lo hizo a Perón.
–¿Qué interpretación hace usted?
–Creo que fueron los trabajadores en la plaza los que dijeron que no se iban hasta que apareciera Perón. Pero es cierto también que hicieron eso porque Perón había hecho una obra como el Estatuto del Peón, que había cambiado la situación del peón rural en aquel momento. Después vendrá el Momo Venegas y pasarán otras cosas… Creo que se dieron las dos cosas: los trabajadores que estaban buscando un líder lo encontraron. Perón era un militar muy especial. En una reunión en el Colegio Militar llegó a decir cosas que hoy parecen que fueran una leyenda. Perón dijo que la Revolución Francesa terminó con el gobierno de las monarquías, que la Revolución Rusa terminó con el gobierno de las burguesías y que empezaba la hora de los pueblos. Hablar de la Revolución Rusa entre oficiales del Ejército era insólito (risas).
–Si el 17 de octubre marcó un antes y un después en la historia argentina, ¿qué es lo que modificó?
–Desde 1809, cuando se radicaron los primeros comerciantes ingleses y especialmente después, con el empréstito Baring Brothers de 1824, la Argentina pasó a vivir un período de país semicolonial, que se interrumpió parcialmente con el gobierno de Yrigoyen. La Argentina no tenía industrias porque Inglaterra la había convertido en una economía complementaria que le consumía los excesos de producción que tenía el imperio británico. Todo esto se terminó a partir del 17 octubre: la Argentina se liberó de la preponderancia norteamericana porque los norteamericanos creyeron que podían suplantar a los ingleses y mandaron a Braden, que era un furioso toro desbocado, un hombre de empresas dueño de minas en Chile. Fíjese que muchos dirigentes peronistas actuales se olvidan de mencionar que la Argentina no se incorporó al Fondo Monetario hasta 1956, cuando toda Latinoamérica lo había hecho en el ‘44. O se olvidan de que Perón declaró la deuda externa cero en el año ‘48.
–¿Se podría interpretar el 17 de octubre como una segunda Independencia, como un nuevo 1816?
–Sí, la Argentina empezó a tener autonomía gracias al 17 de octubre. Esa autonomía le permitió nacionalizar el comercio exterior, nacionalizar los depósitos bancarios, nacionalizar el Banco Central. Y hacer una redistribución del ingreso muy importante hacia los trabajadores, que es lo que ahora (Mauricio) Macri está volviendo hacia atrás. El peronismo es un movimiento policlasista; en algunos momentos lo conducen a favor del imperialismo, la flexibilidad laboral y en contra de los trabajadores, como durante el menemismo. En otros momentos, el peronismo estuvo completamente desorientado o llevó como candidato a (Ítalo) Luder, que parecía un académico alemán (risas). El libro puede ayudar a recordar a muchos peronistas desorientados que el peronismo nació con la clase trabajadora y que Perón amplió su influencia a los sectores industriales nuevos a los que les interesaba vender en el mercado interno. Con ese movimiento nacional, con el Ejército y también con el apoyo de la Iglesia, Perón formó un movimiento muy amplio que permitió un avance notable de la Argentina. Uno no puede decir que Menem no era peronista, pero ese peronismo no es el que reivindicamos los que venimos de la izquierda nacional y consideramos que hay que apoyar al peronismo en la medida que sea un peronismo obrero, antimperialista, que tienda a una sociedad igualitaria y que sea latinoamericanista.
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