Nadie muere del todo: su obra continúa. Y la obra es de cualquiera, de todos: la famosa trilogía del hijo, el árbol y el libro no excluye a casi nadie, si no se toma en su totalidad. Cuando muere un escritor siguen hablando sus personajes. Poemas, cuentos, novelas, dramas, ensayos, estimulan la lengua, abren la mente como ventanas, y por el hueco entra el aire que no dejará de oxigenarnos. Abelardo Castillo ha muerto. “Soy libre; soy una individualidad desolada pero libre. Por eso no puedo más que ser malo. Todo individuo es un anticristo, al ser libre, al crearse, está en un continuo choque con su prójimo: tiende a sobrevivir y a hacer sobrevivir aquello que ama. Mientras no choquemos con otros, seremos buenos, pero esto no es sino temporal. Finalmente aniquilamos a nuestro prójimo. O nosotros o él, es la ley. Y elegimos siempre el nosotros o de lo contrario nos sacrifican y somos Cristo. Nada que nace debiera morir, esto lo intuimos y luchamos por nuestra sobrevivencia”, escribió ...