El peronismo fue peronismo clásico para perder con Alfonsín, liberal para mantener la hegemonía de los 90 y populista con ínfulas de izquierda para explotar la bronca del 2001.
Es un partido del poder siempre preparado para volver al poder ¿Con qué cara se presentará el año próximo? En principio son tres los peronismos que disputan el territorio que fue propio del kirchnerismo o apropiado por el kirchnerismo.
Está el de Massa que absorbe por dentro y por fuera; el de la renovación o que busca una renovación y el cristinismo que asume el sectarismo como algo natural y que no termina de morir. Compite con un reloj diferente: si los otros miran las elecciones, el mira los procesamientos judiciales y los arrestos. Los que están y los que teme.
Está apurado. Su estrategia es provocar una crisis de gobernabilidad antes de que lleguen los jueces. Su capital es Cristina en el Gran Buenos Aires. Apuesta a cambiar las condiciones políticas para negociar la impunidad. Está apurado y eso lo lleva a radicalizarse. La marcha de la resistencia mostró el lugar que ocupa. En la calle con marginales como D’Elía y Esteche y piantavotos como Moreno y De Vido. No hay futuro: sólo intento de supervivencia.
Si Cambiemos aplaudió la lluvia que diluyó la marcha K o aplaudió aquello que por lo que fuese fue una marcha diluida, es algo que también aplauden Massa y los renovadores. Empujado a armar por fuera, Massa hace de la necesidad virtud. Privilegia un frente más amplio que el del peronismo para ganar Buenos Aires.
Sin dejar de ser peronista tiene que reforzar el perfil no peronista. Ser una versión macrista aunque más progre. Así se entiende el valor estratégico de Stolbizer en ese armado. Como Carrió para Macri, Stolbizer firma para Massa certificados de republicanismo anticorrupción.
Massa primereó en descargarse de la herencia kirchnerista. Los renovadores no quieren cargar la herencia pero todavía no saben cuál es el modo de descargársela. Son el grueso del aparato partidario. Gobernadores, intendentes y legisladores. Lo intentan aunque deben resolver un problema: no tienen un líder que mida.
El peronismo gobernó 25 de los últimos 33 años. Olfatea el humor social para entender y adaptarse a los nuevos vientos. Pero la política necesita algo más que un peronismo renovado para dejar atrás una experiencia autoritaria chavista. O sea años de enfrentamientos, de persecución a opositores y a la prensa, de destrucción del Estado simbolizado en el INDEC y de apropiación del Estado simbolizado en la corrupción. El peronismo sabe que se merece una revisión de la identidad que no sea ni el menemismo ni el kirchnerismo.
Es un partido del poder siempre preparado para volver al poder ¿Con qué cara se presentará el año próximo? En principio son tres los peronismos que disputan el territorio que fue propio del kirchnerismo o apropiado por el kirchnerismo.
Está el de Massa que absorbe por dentro y por fuera; el de la renovación o que busca una renovación y el cristinismo que asume el sectarismo como algo natural y que no termina de morir. Compite con un reloj diferente: si los otros miran las elecciones, el mira los procesamientos judiciales y los arrestos. Los que están y los que teme.
Está apurado. Su estrategia es provocar una crisis de gobernabilidad antes de que lleguen los jueces. Su capital es Cristina en el Gran Buenos Aires. Apuesta a cambiar las condiciones políticas para negociar la impunidad. Está apurado y eso lo lleva a radicalizarse. La marcha de la resistencia mostró el lugar que ocupa. En la calle con marginales como D’Elía y Esteche y piantavotos como Moreno y De Vido. No hay futuro: sólo intento de supervivencia.
Si Cambiemos aplaudió la lluvia que diluyó la marcha K o aplaudió aquello que por lo que fuese fue una marcha diluida, es algo que también aplauden Massa y los renovadores. Empujado a armar por fuera, Massa hace de la necesidad virtud. Privilegia un frente más amplio que el del peronismo para ganar Buenos Aires.
Sin dejar de ser peronista tiene que reforzar el perfil no peronista. Ser una versión macrista aunque más progre. Así se entiende el valor estratégico de Stolbizer en ese armado. Como Carrió para Macri, Stolbizer firma para Massa certificados de republicanismo anticorrupción.
Massa primereó en descargarse de la herencia kirchnerista. Los renovadores no quieren cargar la herencia pero todavía no saben cuál es el modo de descargársela. Son el grueso del aparato partidario. Gobernadores, intendentes y legisladores. Lo intentan aunque deben resolver un problema: no tienen un líder que mida.
El peronismo gobernó 25 de los últimos 33 años. Olfatea el humor social para entender y adaptarse a los nuevos vientos. Pero la política necesita algo más que un peronismo renovado para dejar atrás una experiencia autoritaria chavista. O sea años de enfrentamientos, de persecución a opositores y a la prensa, de destrucción del Estado simbolizado en el INDEC y de apropiación del Estado simbolizado en la corrupción. El peronismo sabe que se merece una revisión de la identidad que no sea ni el menemismo ni el kirchnerismo.
http://www.clarin.com/opinion/peronismos-pugna_0_1642635722.html
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