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El peronismo y sus herederos por José Armando Caro Figueroa


Asistimos a un largo, oscuro y absurdo debate, iniciado hace más de cuarenta años y que aún permanece abierto, alrededor de esta pregunta: ¿Quién hereda a Juan Domingo Perón y su capital político?

Es bueno recordar que este debate fue abierto por Mario Eduardo Firmenich (comandante en jefe de Montoneros), quien, tras una de sus últimas visitas a Puerta de Hierro, en Madrid, trazó estrategias militares para suceder a Perón y soñó con "apropiarse" del pueblo peronista.

Había existido antes, a mediados de los años de sesenta, un intento de suceder en vida al mítico General, protagonizado, entonces, por el líder sindical metalúrgico Augusto Timoteo Vandor bajo el rótulo de neoperonismo.

Consciente de su finitud y de las apetencias que despertaba su legado, Perón sentenció: "Mi único heredero es el pueblo". Y procuró dejar ideas que orientaran a sus millones de herederos en sendos documentos caído en el olvido, cuando no manipulados: "Actualización política y doctrinaria para la toma del poder" (1971) y "Modelo argentino para el proyecto nacional" (1974).

El panorama después del terror

Llegada la fatídica hora, el General falleció sin que ninguna de las organizaciones armadas (paraestatales, estatales y mixtas) que se disputaban la herencia a fuerza de balas, explosivos y vejaciones lograra su propósito.

El peronismo estalló en pedazos, lo que dio lugar a una nueva disputa legitimista: cada fracción reclamaba y reclama para sí la pureza doctrinaria, y negaba y niega furiosamente el pan y la sal a las demás corrientes. La determinación de cuál sea el "verdadero peronismo", pasado o por llegar, es un intríngulis que sigue apasionando a ciertas personalidades del envejecido mundo peronista.

Por supuesto, las luchas por el control del aparato del movimiento y de las instituciones del Estado fueron (y siguen siendo) un factor de unidad que posterga querellas intestinas. El peronismo lleva inscrito en sus genes poderosas tendencias unificadoras que se manifiestan cuando una de las fracciones ejerce el poder y cancela disidencias, y también cuando se trata de actuar en la oposición buscando reconquistarlo.

En los últimos 30 años estas unificaciones "oportunistas" se dieron alrededor de dos experiencias de gobierno ciertamente antagónicas desde el punto de vista programático. Durante la presidencia de Carlos Menem el peronismo intentó reformas de mercado, ensayó sumarse al proceso de globalización y propició un cierre del conflicto terrorista de los años setenta.

El turno iniciado en 2002 por Eduardo Duhalde y coronado por el matrimonio Kirchner representó un giro de 180 grados que se llevó a cabo sin abjurar (abiertamente al menos) del rótulo peronista; es fácil encontrar lazos entre el kirchnerismo peronista y el peronismo histórico.

En esta suerte de comedia de enredos, el movimiento fundado por Perón fue abandonando su ideario esencial hasta quedar convertido en una cáscara vacía capaz de conservar mayorías electorales que daban entrada a experimentos programáticos alejados de aquellas "esencias" contenidas. Por ejemplo, en el documento sobre la "Comunidad organizada", en la Constitución de 1949, o en las "20 verdades".

Muertos el líder y la generación fundacional que lo acompañó, el peronismo que los sucedió fue incapaz de remozar su ideario y de construir una propuesta programática que, conectando con aquellas esencias, diera respuestas sólidas y eficaces a los nuevos problemas mundiales, nacionales y locales.

Muchos de los integrantes del "horizonte directivo" cayeron en los personalismos, se rindieron ante los materialismos, sucumbieron al escepticismo y se empobrecieron intelectualmente al circunscribir sus reflexiones al respetable legado de Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui o John William Cooke, por poner hitos significativos del amplio espectro ideológico que albergó el peronismo.

Esta deserción de la intelectualidad peronista y su incapacidad de recrear el ideario de forma de colocarlo en condiciones de hacer realidad las tres banderas en el espacio de la moderna democracia constitucional permitieron que aquella cáscara —intencional y convenientemente vaciada— cayera en manos de una poderosa coalición de intereses sectoriales.

Fue esta coalición silenciosa y solapada la que se adueñó de las siglas, de las ceremonias y de la liturgia peronista tradicional, para ponerlas al servicio de sus ideas egoístas, sectarias y excluyentes.

Los dueños del peronismo

A mi modo de ver, aquella coalición está encabezada por los más lúcidos propietarios de las grandes y medianas industrias radicadas alrededor del puerto de Buenos Aires, y que sólo pueden subsistir en un mercado cautivo, en donde, en virtud de reglas fijadas por el Estado, les está permitido enriquecerse a costa del interés general y de los intereses de consumidores y usuarios.

Los capitanes de estas industrias tuvieron el acierto de celebrar dos pactos no escritos. Uno, con la mayoría de los dirigentes sindicales que perduran en el poder merced a las ventajas institucionales que se derivan del inconstitucional monopolio que destrozó la libertad sindical. El otro, con un sector de los intelectuales peronistas a quienes albergaron en tiempos de la última dictadura militar y que actúan hoy en sintonía con el lema: "Sin industria no hay nación".

Este industrialismo prebendario contemporáneo deformó y manipuló las ideas del primer peronismo, que, condicionado por la posguerra, prohijó la sustitución de importaciones y diseñó medidas coyunturales para defender la incipiente industria nacional, sin omitir actuaciones que apoyaron la expansión exportadora de estas industrias. Pero, después de más de 70 años de protecciones, ayudas y diseños unitarios, los capitanes de la industria han sido incapaces de dar nacimiento a empresas y sectores en condiciones de competir con el mundo, de innovar, de invertir y de crear buenos y suficientes empleos.

Estos nuevos dueños del peronismo promovieron o toleraron, hacia comienzos del presente siglo, los renovados pactos que el kirchnerismo celebró con nuevos protagonistas: los líderes de los sectores de la logística y de la banca.

Es bueno señalar aquí, desde Salta, que este diseño unitario sirvió y sirve para asfixiar a las economías regionales al cerrarles toda posibilidad de desarrollo. Impuestos, tipos de cambio, convenios colectivos salariales, inflación, inversión en infraestructura, reglas de comercio exterior o, lo que es lo mismo, todas las herramientas de política económica con las que cuenta el Estado argentino han sido puestas al servicio de tan exitosa coalición que segrega al interior secularmente empobrecido y a sus habitantes.

En un segundo círculo actúan los así llamados barones del Conurbano bonaerense en condiciones de controlar el aparato electoral peronista y, en la generalidad de los casos, decidir la suerte de casi todos los argentinos.

Hay un tercer anillo y es el conformado por los gobernadores de extracción peronista (por llamarlos de alguna manera, pese a que figuran en este selecto espacio personas que no soportarían ninguna prueba que tenga en cuenta sus trayectorias en relación con las tan mentadas esencias).

Conviene señalar que, hacia el año 2001, esta coalición sumó el apoyo de sectores del radicalismo bonaerense y de la Iglesia Católica, en su triunfante empeño por derrocar al presidente Fernando de la Rúa.

Para completar este panorama, ciertamente muy personal, tendría que añadir al arrinconado peronismo histórico en sus versiones organicista, republicana y europeronista. Se trata, empero y lamentablemente, de expresiones sin fuerza suficiente para liderar un imaginario proceso de regeneración y remozamiento del viejo peronismo.

Más allá de los debates históricos, los pasos y los contrapasos de esta ingeniosa alianza deberían preocuparnos. En primer lugar, por su capacidad para condicionar y enfrentar al actual Gobierno de la nación y, en segundo lugar, por los daños que sus éxitos acarrean a los productores y los trabajadores salteños y del norte argentino.

El autor fue ministro de Trabajo de la Nación y vicejefe de gabinete de la nación. Miembro del Consejo Consultivo de Federalismo y Libertad.

Fuente http://www.infobae.com/opinion/2017/03/10/el-peronismo-y-sus-herederos/

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