De La Habana a Caracas: el Caribe vuelve a ser el tablero de ajedrez nuclear de las superpotencias por Roberto Carlos Suárez
Por Roberto Carlos Suárez
13 de noviembre de 2025 – Remedios de Escalada. Cuando el mundo conmemora cada octubre los trece días que estuvieron a punto de desencadenar una guerra nuclear en 1962, pocos imaginaban que seis décadas después el Caribe volvería a ser el escenario de una pugna entre Estados Unidos y Rusia por el control estratégico de América Latina. Pero la historia no solo se repite: se agravó. En lugar de misiles, ahora hay buques de guerra. En lugar de una crisis de 13 días, tenemos una tensión sostenida que ya lleva meses sin canales diplomáticos claros ni mecanismos de desescalada eficaces.
De San Cristóbal a Puerto Cabello: el fantasma de la guerra fría
En octubre de 1962, el mundo se detuvo cuando fotografías aéreas revelaron que la Unión Soviética instalaba misiles nucleares en San Cristóbal, Cuba. La respuesta de Washington fue una cuarentena naval que llevó al planeta al borde del holocausto nuclear. La crisis se resolvió gracias a una negociación secreta: Moscú retiraría los misiles de Cuba si EE.UU. retiraba los suyos de Turquía y prometía no invadir la isla. Aquel acuerdo, aunque imperfecto, evitó una catástrofe y dio origen al famoso “teléfono rojo” entre la Casa Blanca y el Kremlin .
Hoy, la geografía cambió ligeramente, pero la lógica es la misma. Desde septiembre de 2025, buques de guerra estadounidenses patrullan aguas del Caribe bajo el argumento de operaciones antinarcóticos. Pero lo que en teoría es una lucha contra el tráfico de drogas, en la práctica es una demostración de fuerza frente a Venezuela, aliado estratégico de Rusia. Y Moscú no se ha quedado atrás: ha advertido públicamente contra la “militarización excesiva” de la región y ha expresado su respaldo al régimen de Nicolás Maduro .
Un tablero sin reglas: la diplomacia al borde del abismo
Lo más peligroso de la actual confrontación no es la presencia de fragatas o cazas Sukhoi en el Caribe, sino la ausencia de mecanismos diplomáticos que eviten un accidente con consecuencias globales. En 1962, a pesar de la tensión, Kennedy y Jrushchov mantuvieron una línea de comunicación directa que permitió negociar incluso en los momentos más críticos. Hoy, esa línea está rota. No hay teléfono rojo, no hay embajadores con peso real, no hay canales de confianza. Solo hay declaraciones beligerantes en redes sociales y maniobras militares que se interpretan como actos de guerra.
La semana pasada, dos cazas venezolanos sobrevolaron de forma “altamente provocadora” al destructor estadounidense USS Jason Dunham en aguas internacionales. El Pentágono reaccionó con una nota diplomática. Caracas respondió con más maniobras. Moscú calló, pero sus misiles antiaéreos S-125 y Buk-M2E, desplegados cerca de instalaciones petroleras venezolanas, hablan por sí solos .
¿Dónde está la comunidad internacional?
En 1962, la Organización de los Estados Americanos (OEA) respaldó la cuarentena de Kennedy. En 2025, la OEA está paralizada por la polarización. La ONU, por su parte, ha limitado sus declaraciones a “llamados al diálogo”, sin mediar ni imponer mecanismos de desescalada. Mientras tanto, la Unión Europea mira hacia otro lado, ocupada en sus propias crisis, y China observa en silencio, sabedora de que cada día que Estados Unidos pierde influencia en Latinoamérica, ella gana terreno.
Crítica al vacío diplomático
La lección de 1962 no fue solo que el mundo estuvo cerca de la guerra nuclear. Fue que la diplomacia, aunque lenta, imperfecta y secreta, puede evitar el fin del mundo. Pero eso requiere liderazgo, canales de confianza y una voluntad real de negociar. Hoy, ni Washington ni Moscú parecen tener interés en ceder. Ambos juezan al otro de “agresor”, ambos se preparan para lo peor, y ambos olvidan que en el medio están millones de latinoamericanos que no tienen voz ni voto en este juego de poder.
El Caribe no puede volver a ser el tablero de ajedrez de dos potencias que ya no saben perder. Si en 1962 el mundo se salvó por un acuerdo secreto y una llamada telefónica, en 2025 el mundo se arriesga a una guerra por una provocación mal interpretada, un radar desconfigurado o un piloto demasiado agresivo.
Y esta vez, no habrá excusa para decir que no se vio venir.
¿Y ahora qué?
Si la historia nos enseña algo, es que las crisis no se resuelven con más barcos, sino con más diálogo. Pero el diálogo requiere valentía, no solo fuerza. Y hasta que Washington y Moscú no entiendan eso, el Caribe seguirá siendo, una vez más, el lugar donde el mundo puede acabar sin quererlo.
RCS
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