La olvidada figura de Vicente Pazos Kanki, una pluma crítica, republicana y democrática frente a los aires conservadores y monárquicos.
Cuando en 1814 fue derrotado Napoleón, los aires de restauración empezaron a soplar con ímpetu en el Viejo Continente. El triunfo de las monarquías, la formación del Congreso de Viena y la instalación de la Santa Alianza buscaban retrotraer el estado de las cosas previo a 1789, cuando reinaban las monarquías absolutas, las repúblicas eran meras utopías y América era dominio del rey de España. Cuando el 24 de marzo de 1816 comenzó a sesionar el Congreso de Tucumán, el contexto internacional era extremadamente conservador y las potencias europeas condenaban la insurgencia americana y las incipientes experiencias republicanas. Así, cuando los diputados en el Congreso comenzaron a discutir qué forma de gobierno debían adoptar, la opción de una organización monárquica para las Provincias Unidas parecía ser la salida más razonable.
Ya desde el año anterior a la declaración de independencia, el Directorio había enviado misiones diplomáticas a Europa para convencer a algún príncipe de aceptar el trono rioplatense, pero ninguno había accedido a esa distinción. Frente a la negativa de los herederos europeos, Manuel Belgrano propuso en el Congreso –con el apoyo de diputados del interior y de Martín Miguel de Güemes, entre otros– que se coronase a un descendiente de la monarquía inca y que se estableciese la capital en el Cuzco. Pero no todos en el Río de la Plata estaban de acuerdo con coronar un rey. Desde la prensa porteña, varias voces se alzaron en contra de este tipo de organización y clamaron por una república para estas provincias.
Durante los años en que sesionó el Congreso, la prensa ocupó –como ya lo venía haciendo desde la revolución– un rol trascendental en la vida política rioplatense. La Gazeta, El Censor, La Prensa Argentina, El Redactor del Congreso Nacional, El Observador Americano, La Crónica Argentina y El Independiente, por mencionar algunos, llenaban sus páginas con opiniones acerca del debate sobre la forma de gobierno y los asuntos que trataba la asamblea. Fue uno de ellos, La Crónica Argentina, el que realizó las más fuertes críticas a las posiciones monárquicas imperantes. En una lucha de palabras constante con El Censor, férreo defensor de una monarquía constitucional, las disputas intelectuales estaban a la orden del día.
La Crónica Argentina era editada por Vicente Pazos Silva, singular personaje y excelente muestra de las trayectorias biográficas de los letrados que hicieron la revolución. Pazos Silva, también conocido como Pazos Kanki, por ser su madre de origen aymara, había nacido en Ilabaya, un poblado cerca de La Paz, a fines del siglo XVIII. Estudió teología, primero en el Alto Perú, para luego graduarse como doctor en teología y derecho en la Real Universidad de San Antonio Abad del Cuzco. Pazos Silva iba a tener una vida itinerante, primero pasó un tiempo en Chuquisaca y Potosí, donde trabó amistad con Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo. Luego vivió en Salta, Tucumán y Córdoba para posteriormente trasladarse a Buenos Aires, donde lo encontró instalado la revolución. Fundó el periódico El Censor en 1812, desde el que polemizó con Monteagudo, quien escribía en Mártir o Libre, pero al poco tiempo emigró a Londres. De la ciudad europea volvió a Buenos Aires en 1816 “sin sotana y casado”. En 1817 tuvo que exiliarse nuevamente y vivió en Estados Unidos, España, Portugal y Londres, en esta ciudad por más de 20 años. Allí fue nombrado cónsul por el gobierno boliviano, labor que le permitió codearse con los principales miembros de los gabinetes europeos, y se dedicó a escribir y publicar numerosas obras. En 1849 realizó la última parada de su cosmopolita vida: se instaló en Buenos Aires donde elaboró el primer proyecto para establecer un ferrocarril y otro para la construcción de un puerto artificial en la ciudad, entre otros planes para su modernización. Se cree que encontró la muerte en 1852 en esta ciudad.
Las críticas que desde La Crónica Argentina hizo Pazos Silva a los proyectos monárquicos esgrimidos desde el Congreso se pueden resumir someramente en los siguientes puntos. En primer lugar, la idea de una monarquía inca le parecía ridícula y extravagante, y sostenía con énfasis que no iba a callarse por más que la propuesta hubiera sido hecha por el general Belgrano, con el prestigio que esta figura tenía ya en la época. Muchas páginas de los 28 números que tuvo el periódico estuvieron dedicadas a esta materia. Para Pazos Silva, un inca en el trono era coronar “un Rey de burlas, hechura de nuestra irreflexión y del capricho, un Rey que lo sacan acaso de una choza, o del centro mismo de la plebe”.
En segundo lugar, para Pazos Kanki la forma monárquica propuesta desde el Congreso iba en contra de la experiencia revolucionaria rioplatense, que consideraba que siempre había seguido una senda “democrática”. Ante las críticas que desde el congreso se hacía a la posibilidad de establecer un gobierno republicano al que consideraban anárquico, Pazos Kanki apelaba constantemente al ejemplo norteamericano y a la posibilidad de establecer un sistema moderado que no fuese necesariamente realista. Al sistema norteamericano lo calificaba de una “democracia sin desorden” y sostenía que, en cambio, era difícil encontrar una monarquía “sin tiranía y sin usurpación”. Para este letrado era aberrante que luego de años intentando abolir la tiranía y la opresión se olvidase el camino de la revolución y se retrotrajera a la situación anterior: un sistema que le negaba los derechos y la libertad a los hombres. Se preguntaba, además, quién le iba a dar el poder a esa monarquía, pues si era el ejército no iba a ser más que una tiranía militar, “el más odioso de todos los gobiernos”, y ningún pueblo iba a permitir el establecimiento de este sistema por su propio consentimiento. La instalación de la monarquía, entonces, era una manera de estar en contra del “poder del pueblo”, como definía a la democracia.
A Pazos Silva, por otra parte, le parecía horroroso que el Congreso sesionase teniendo como custodio al ejército comandando por Belgrano. Recordemos que el ejército del norte se encontraba acantonado en Tucumán y que Belgrano había sido nombrado Capitán General por el Congreso, lo que le permitía intervenir militarmente en los territorios sometidos a la autoridad del órgano legislativo. Para el redactor de La Crónica Argentina, esta situación violentaba la libertad de la asamblea y le recomendaba al jefe militar que “se dejase de escribir y ganase batallas” a la vez que declamaba que en un Estado libre el soldado nunca debe expresar su voto antes que los demás ciudadanos.
Párrafo aparte merece destacar que Pazos Silva no solo proponía un sistema republicano y democrático, sino que también fue uno de los letrados que desde Buenos Aires impulsaban un sistema federal frente al centralismo mayoritario imperante en la ciudad. Este federalismo porteño iba a tener corta vida, pues muchos de sus más destacados miembros fueron obligados a exiliarse. El nivel de efervescencia de la prensa porteña no era considerado positivo por el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón –que buscaba consolidar un gobierno moderado y antifederalista—, y en febrero de 1817 envió al destierro a los editores más importantes: Pazos Silva, Manuel Moreno (hermano de Mariano), Pedro José Agrelo, Manuel Antonio Castro, y a otros políticos como Manuel Dorrego y Domingo French.
Cuando se conmemora la independencia, la figura de Pazos Kanki es casi siempre olvidada, pero su pluma crítica, republicana, federal y democrática frente a los aires conservadores y monárquicos imperantes debería ser rescatada. Como él mismo ha escrito en la hora más sombría de la revolución “borremos, sí, borremos de una vez esos tristes renglones, con que hemos reclamado al mundo entero el goce de nuestros sagrados derechos, sino los hemos de sostener con la constancia necesaria. No hemos de ser libres porque digamos que lo somos, sino porque tomemos los medios precisos para serlo”.
* UBA- Conicet.
Durante los años en que sesionó el Congreso, la prensa ocupó –como ya lo venía haciendo desde la revolución– un rol trascendental en la vida política rioplatense. La Gazeta, El Censor, La Prensa Argentina, El Redactor del Congreso Nacional, El Observador Americano, La Crónica Argentina y El Independiente, por mencionar algunos, llenaban sus páginas con opiniones acerca del debate sobre la forma de gobierno y los asuntos que trataba la asamblea. Fue uno de ellos, La Crónica Argentina, el que realizó las más fuertes críticas a las posiciones monárquicas imperantes. En una lucha de palabras constante con El Censor, férreo defensor de una monarquía constitucional, las disputas intelectuales estaban a la orden del día.
La Crónica Argentina era editada por Vicente Pazos Silva, singular personaje y excelente muestra de las trayectorias biográficas de los letrados que hicieron la revolución. Pazos Silva, también conocido como Pazos Kanki, por ser su madre de origen aymara, había nacido en Ilabaya, un poblado cerca de La Paz, a fines del siglo XVIII. Estudió teología, primero en el Alto Perú, para luego graduarse como doctor en teología y derecho en la Real Universidad de San Antonio Abad del Cuzco. Pazos Silva iba a tener una vida itinerante, primero pasó un tiempo en Chuquisaca y Potosí, donde trabó amistad con Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo. Luego vivió en Salta, Tucumán y Córdoba para posteriormente trasladarse a Buenos Aires, donde lo encontró instalado la revolución. Fundó el periódico El Censor en 1812, desde el que polemizó con Monteagudo, quien escribía en Mártir o Libre, pero al poco tiempo emigró a Londres. De la ciudad europea volvió a Buenos Aires en 1816 “sin sotana y casado”. En 1817 tuvo que exiliarse nuevamente y vivió en Estados Unidos, España, Portugal y Londres, en esta ciudad por más de 20 años. Allí fue nombrado cónsul por el gobierno boliviano, labor que le permitió codearse con los principales miembros de los gabinetes europeos, y se dedicó a escribir y publicar numerosas obras. En 1849 realizó la última parada de su cosmopolita vida: se instaló en Buenos Aires donde elaboró el primer proyecto para establecer un ferrocarril y otro para la construcción de un puerto artificial en la ciudad, entre otros planes para su modernización. Se cree que encontró la muerte en 1852 en esta ciudad.
Las críticas que desde La Crónica Argentina hizo Pazos Silva a los proyectos monárquicos esgrimidos desde el Congreso se pueden resumir someramente en los siguientes puntos. En primer lugar, la idea de una monarquía inca le parecía ridícula y extravagante, y sostenía con énfasis que no iba a callarse por más que la propuesta hubiera sido hecha por el general Belgrano, con el prestigio que esta figura tenía ya en la época. Muchas páginas de los 28 números que tuvo el periódico estuvieron dedicadas a esta materia. Para Pazos Silva, un inca en el trono era coronar “un Rey de burlas, hechura de nuestra irreflexión y del capricho, un Rey que lo sacan acaso de una choza, o del centro mismo de la plebe”.
En segundo lugar, para Pazos Kanki la forma monárquica propuesta desde el Congreso iba en contra de la experiencia revolucionaria rioplatense, que consideraba que siempre había seguido una senda “democrática”. Ante las críticas que desde el congreso se hacía a la posibilidad de establecer un gobierno republicano al que consideraban anárquico, Pazos Kanki apelaba constantemente al ejemplo norteamericano y a la posibilidad de establecer un sistema moderado que no fuese necesariamente realista. Al sistema norteamericano lo calificaba de una “democracia sin desorden” y sostenía que, en cambio, era difícil encontrar una monarquía “sin tiranía y sin usurpación”. Para este letrado era aberrante que luego de años intentando abolir la tiranía y la opresión se olvidase el camino de la revolución y se retrotrajera a la situación anterior: un sistema que le negaba los derechos y la libertad a los hombres. Se preguntaba, además, quién le iba a dar el poder a esa monarquía, pues si era el ejército no iba a ser más que una tiranía militar, “el más odioso de todos los gobiernos”, y ningún pueblo iba a permitir el establecimiento de este sistema por su propio consentimiento. La instalación de la monarquía, entonces, era una manera de estar en contra del “poder del pueblo”, como definía a la democracia.
A Pazos Silva, por otra parte, le parecía horroroso que el Congreso sesionase teniendo como custodio al ejército comandando por Belgrano. Recordemos que el ejército del norte se encontraba acantonado en Tucumán y que Belgrano había sido nombrado Capitán General por el Congreso, lo que le permitía intervenir militarmente en los territorios sometidos a la autoridad del órgano legislativo. Para el redactor de La Crónica Argentina, esta situación violentaba la libertad de la asamblea y le recomendaba al jefe militar que “se dejase de escribir y ganase batallas” a la vez que declamaba que en un Estado libre el soldado nunca debe expresar su voto antes que los demás ciudadanos.
Párrafo aparte merece destacar que Pazos Silva no solo proponía un sistema republicano y democrático, sino que también fue uno de los letrados que desde Buenos Aires impulsaban un sistema federal frente al centralismo mayoritario imperante en la ciudad. Este federalismo porteño iba a tener corta vida, pues muchos de sus más destacados miembros fueron obligados a exiliarse. El nivel de efervescencia de la prensa porteña no era considerado positivo por el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón –que buscaba consolidar un gobierno moderado y antifederalista—, y en febrero de 1817 envió al destierro a los editores más importantes: Pazos Silva, Manuel Moreno (hermano de Mariano), Pedro José Agrelo, Manuel Antonio Castro, y a otros políticos como Manuel Dorrego y Domingo French.
Cuando se conmemora la independencia, la figura de Pazos Kanki es casi siempre olvidada, pero su pluma crítica, republicana, federal y democrática frente a los aires conservadores y monárquicos imperantes debería ser rescatada. Como él mismo ha escrito en la hora más sombría de la revolución “borremos, sí, borremos de una vez esos tristes renglones, con que hemos reclamado al mundo entero el goce de nuestros sagrados derechos, sino los hemos de sostener con la constancia necesaria. No hemos de ser libres porque digamos que lo somos, sino porque tomemos los medios precisos para serlo”.
* UBA- Conicet.
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