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Denunciar persecución política, un ardid que nadie puede tomar en serio por Julio Bárbaro

Hay gente creativa, como quienes se robaron todo y argumentan sufrir una persecución política. Eso sí es original. En cualquier momento terminan pidiendo que detengan a los verdades responsables: las cámaras que filmaron las cajas y los bolsos.

Si no aplaudíamos al proyecto nacional y popular podíamos ser acusados de connnivencia con la misma Dictadura. Una connivencia parecida a la que tuvieron ellos, abogados que nunca firmaron un hábeas corpus en la difícil, jueces que justificaron el golpe o revolucionarios que nunca fueron ni presos, y hasta historiadores revisionistas que reescribían la historia para adaptarla al gobierno de turno. Protagonistas de la privatización de YPF, la mayor humillación económica, se disfrazaron de nacionalistas para festejar la recompra después de que la habían vaciado. Y ahora, como el Gobierno que vino no es de su agrado, según ellos, estarían siendo perseguidos como militantes revolucionarios.

Buena síntesis de talento creativo junto a caras de piedra, se ganaron una década e intentan convencernos que las ganancias les llegaron a todos. Eso sí que es tener imaginación revolucionaria.

Macri es de derecha y los que se fueron eran claramente corruptos. Ladrones en nombre de nobles causas como el peronismo, los Derechos Humanos o el mismo progresismo. Detrás de esas causas se escondían sus oscuras ambiciones. Y había gente inocente -sin duda- pero también están los aparentemente inocentes en la misma medida que no aparezcan las prebendas recibidas que tan sólo ocuparán la categoría de vivos con justificación ideológica. Y eso es otra cosa, no es ni pariente lejano de la virtud.

Cuando regresó Perón, mi generación se equivoca eligiendo a la violencia como un camino más puro que la misma democracia. Miles de vidas entregadas en ese error; no logramos forjar una autocrítica que nos devuelva aquel generoso espíritu colectivo. No es fácil asumir errores cuando hay vidas entregadas de por medio. Buscar el enfrentamiento con la Dictadura fue un error suicida: ya la misma "contraofensiva" termino siendo un acto absolutamente injustificable. Y no somos capaces de revisar el pasado, inventamos culpables que nos justifican mientras impiden a la vez la necesaria recuperación de la misma generación. Victimización y venganza son dos actitudes que expresan los límites de nuestra misma conciencia.

Tanto heroísmo y tanta victimización para terminar en una segunda vuelta donde ningún candidato nos representaba, ni siquiera expresaba a la misma política. La culpa no es de la sociedad, es nuestra, de una generación que tuvo una etapa de heroísmo equivocado y terminó su ciclo en un oportunismo inexplicable. Una generación que imagino que Perón era reformista y terminó visualizando a los Kirchner como revolucionarios, una generación llena de soberbia y plagada de pequeñez.

Pareciera que dedicamos la vida a la política sin siquiera entender de qué se trataba. El poder derrotado tenía la adhesión de algunos viejos militantes como símbolos sin poder real. Y el que vino nos devuelve buena parte de la democracia con su liberalismo político, aún cuando nos desagrade su liberalismo económico. Pero nosotros fracasamos en ambos terrenos -y con ganas-, no tenemos ni lideres ni pensadores, somos el resentimiento de los derrotados sin llegar nunca a ocupar el lugar de la propuesta de los necesitados. Una vida refiriéndonos a un supuesto pueblo al que nunca entendimos y mucho menos beneficiamos.

Los deudos de los desaparecidos, Madres y Abuelas, ocupan el lugar que los conductores de aquella guerrilla dejaron sin explicación. En Uruguay los sobrevivientes de Tupamaros revisaron su pasado y se convirtieron en poder. Nosotros no logramos superar el estrecho espacio del resentimiento, de la acusación, de la victimización que termina vaciando de sentido a la misma causa a la que se dice defender.

La guerrilla eligió la violencia para imponer un proyecto socialista, fue derrotada en su intento pero al menos merece que no se degrade su memoria. Victimizar implica desvirtuar su decisión de enfrentar militarmente a la misma dictadura. La Dictadura se suicida al generar el genocidio, pero esta simplificación de la supuesta y pretendida teoría de los dos demonios no convierte en lúcido el accionar de la violencia.

La connivencia con el kirchnerismo se convirtió en un error existencial, fue una manera de utilizar el pasado al servicio de los sobrevivientes pero desvirtuando totalmente los sueños de los que entregaron sus vidas. Respetar a los desaparecidos obligaba a imponer una distancia con las caricias de los poderes de turno; los sobrevivientes son responsables de ser coherentes en sus vidas, no hay otra manera de respetar a los que ya no están.
A veces discutimos sobre el número de los desaparecidos, pero hemos convertido hasta las cifras en mitos intocables. Nuestros hijos no tienen ejemplos de vida y pensamientos que sean dignos de expresar los sueños y las pasiones de aquella generación perdida. Aquella izquierda engendró un sueño al que muchos le entregaron sus vidas; ese heroísmo merece respeto, pero muchos en su nombre desplegaron un resentimiento y lo hicieron rentable. Esa es una traición a la memoria que dicen expresar.
Las revoluciones pueden cambiar los regímenes políticos pero no alteran las virtudes humanas. Y los que se apropiaron de aquel pasado, discutible en política pero respetable en su entrega, los que se refieren a aquella gesta, están obligados a asumir la insobornable probidad de sus conductas.

Y así como no fuimos capaces de defender nuestro gobierno democrático en los setenta, estamos hoy obligados a ser responsables de fortificar las instituciones sin debilitar por eso nuestras diferencias ideológicas. Ningún supuesto camino justiciero o revolucionario tiene derecho a cuestionar una democracia que puede hoy ser conservadora pero asumamos que es el único camino hacia una justicia social definitiva. Un gobierno conservador pero respetuoso del Parlamento es una instancia muy superior a un Gobierno autoritario que terminó degradando a la totalidad de las instituciones.

Aprendamos a ser digna y responsable oposición que es el único camino válido para volver alguna vez a recuperar el derecho a ser gobierno.

Fuente:http://www.infobae.com/politica/2016/07/24/denunciar-persecucion-politica-un-ardid-que-nadie-puede-tomar-en-serio/

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