¿Le alcanza a Hillary con el discurso progresista para derrotar a Trump? por Por: Lisandro Sabanés para Letra P
Oficializadas ya las candidaturas de Hillary Clinton por el Partido Demócrata y Donald Trump por el Republicano, la campaña electoral estadounidense se reduce ahora a una pelea de dos, aunque, en una elección que se presume pareja, los candidatos de partidos alternativos, como el Verde o el Libertario, tendrán gran influencia por los votos que les puedan quitar a las dos agrupaciones tradicionales.
Se da en esta elección una situación paradójica: los dos principales candidatos generan un fuerte rechazo en el electorado, incluso entre la base militante de sus propios partidos. En las convenciones donde se los designó formalmente postulantes, esto fue visible. El principal rival de Trump en las primarias, Ted Cruz, eludió nombrarlo en su discurso (¿remember CFK/Scioli?) mientras que, entre los demócratas, aunque Bernie Sanders (el derrotado adversario de HC en las primarias) la apoyó explícitamente, muchos de sus adherentes se niegan a hacerlo y lo expresaron a viva voz en la Convención.
Ahí entran en escena la candidata del Partido Verde, Jill Stein, y el del Partido Libertario, Gary Johnson. La primera aspira a sumar a los votantes de Sanders en las primarias (12 millones) que renieguen de Clinton mientras que el segundo, ex gobernador republicano de Nuevo México, busca contener a los republicanos paladar negro, a los que espanta el discurso proteccionista y aislacionista de Trump.
No es la primera vez que aparecen en escena terceros partidos con potencial crecimiento en EE.UU. En los 90, el multimillonario texano Ross Perot lo intentó sin suerte y en las últimas elecciones el ex alcalde de New York Michael Bloomberg “coqueteó” con esa posibilidad varias veces (ya anunció que apoya a Clinton). Pero la novedad es el rechazo que generan los candidatos, que abre la puerta a estas especulaciones.
El rechazo a Trump es más visible desde esta parte del mundo. Su imagen de multimillonario soberbio, el peluquín rubio, sus contradicciones diarias y, sobre todo, el rechazo a la inmigración latina generan espanto dentro y fuera de EE.UU. Pero EE.UU. hace rato que no es un país homogéneo (¿alguna vez lo fue?). Aunque con excepciones, las cosmopolitas zonas costeras votan mayoritariamente demócrata y el interior vota republicano. Lo que en algunos genera rechazo en otros genera química, conexión, empatía.
SEGÚN PASAN LOS AÑOS. Desde los 60 para acá, el Partido Demócrata ha ido modificando su base social. No es algo excluyente. En Europa, a sus primos socialdemócratas les pasa lo mismo. Lenta pero constantemente, han ido perdiendo apoyo entre los trabajadores formales a la par que lo suman entre los profesionales independientes y las minorías.
El primer gran drenaje se produjo en los 80, cuando el republicano Ronald Reagan capturó muchos votantes demócratas que ya no se sentían seducidos por el discurso progresista y, en cambio, se esperanzaron con la Revolución Conservadora que proponía (y llevó adelante) el ex actor. El cada vez más lejano american dream.
¿Porque cada vez más lejano? Porque, lejos de empujarlos por ese sendero, la Revolución Conservadora profundizó la brecha entre los que más y los que menos tienen en EE.UU. La regresión de la distribución del ingreso tiene su correlato en peores condiciones laborales y servicios públicos de menor calidad.
Sin embargo, los demócratas, al igual que sus primos europeos, no frenaron ese desequilibrio y pactaron con el establishment permitirle darles espacio a los grandes negocios (que profundizan la desigualdad) a cambio de avances en áreas como racismo, discriminación, tolerancia, aborto, derechos de las minorías, etc., transformaciones culturales que permitieron que EE.UU. eligiese por primera vez en su historia un presidente de origen afroamericano y esté a las puertas de elegir a una mujer también por primera vez.
Pero un Rocky Balboa (el boxeador encarnado por Sylvester Stallone en la famosa saga fílmica) no conecta con el discurso de los derechos civiles. Será materia de otro artículo elaborar teorías de por qué no. Lo cierto es que el tradicional trabajador blanco, que supo ser demócrata, pero ha votado republicanos esperanzado en que el derrame económico le llegue (y nunca le llegó), conecta mejor con el discurso proteccionista y aislacionista de Trump que con el de una Hillary legítimamente orgullosa de romper el monopolio masculino del poder.
Sin la carga xénofoba de Trump, Sanders desplegó en lo económico un discurso atento a esa realidad. En la Convención, su hermano Larry hizo lagrimear al senador por Vermont cuando aludió a los sueños de sus padres, entre los que incluyó “la visión de Roosevelt”, que, a su juicio, debe recuperar el Partido Demócrata. ¿Qué es la visión de Roosevelt? Franklin Delano Roosevelt fue el presidente norteamericano que llevó adelante el New Deal, esto es, políticas económicas que le daban al Estado el rol de motor de la economía y que fortalecieron a los sindicatos. Fue reelecto tres veces y murió en su cargo en 1945.
Clinton ha ido girando su discurso en ese sentido. Sabe que genera mucho rechazo por su inocultable pertenencia a la elite política norteamericana de los últimos 30 años, la misma que lideró este proceso de empeoramiento de la distribución de bienes.
Sin embargo, las noticias que llegan desde EE.UU. remarcan, sobre todo, la importancia de su condición de mujer, y dejan en segundo plano que Clinton también habla de la necesidad de cobrarles más impuestos a los más ricos, de no ceder a las presiones de Wall Street y de mejorar la distribución del ingreso (que luego lo haga es otra cosa).
Trump, aún con sus contradicciones, sabe que el ex empleado fabril que ahora compite con un inmigrante mexicano por el puesto de mesero lo mira como un arma a disparar contra la elite de Washington, a la que culpa de su empobrecimiento. El interrogante es: ¿Clinton sabe que no alcanza con promover el más que legítimo derecho de las mujeres a ocupar la Casa Blanca? Si le pregunta a Bill, le diría: “Es la economía, Hillary”.
http://www.letrap.com.ar/nota/2016-7-29--le-alcanza-a-hillary-con-el-discurso-progresista-para-derrotar-a-trump
Se da en esta elección una situación paradójica: los dos principales candidatos generan un fuerte rechazo en el electorado, incluso entre la base militante de sus propios partidos. En las convenciones donde se los designó formalmente postulantes, esto fue visible. El principal rival de Trump en las primarias, Ted Cruz, eludió nombrarlo en su discurso (¿remember CFK/Scioli?) mientras que, entre los demócratas, aunque Bernie Sanders (el derrotado adversario de HC en las primarias) la apoyó explícitamente, muchos de sus adherentes se niegan a hacerlo y lo expresaron a viva voz en la Convención.
Ahí entran en escena la candidata del Partido Verde, Jill Stein, y el del Partido Libertario, Gary Johnson. La primera aspira a sumar a los votantes de Sanders en las primarias (12 millones) que renieguen de Clinton mientras que el segundo, ex gobernador republicano de Nuevo México, busca contener a los republicanos paladar negro, a los que espanta el discurso proteccionista y aislacionista de Trump.
No es la primera vez que aparecen en escena terceros partidos con potencial crecimiento en EE.UU. En los 90, el multimillonario texano Ross Perot lo intentó sin suerte y en las últimas elecciones el ex alcalde de New York Michael Bloomberg “coqueteó” con esa posibilidad varias veces (ya anunció que apoya a Clinton). Pero la novedad es el rechazo que generan los candidatos, que abre la puerta a estas especulaciones.
El rechazo a Trump es más visible desde esta parte del mundo. Su imagen de multimillonario soberbio, el peluquín rubio, sus contradicciones diarias y, sobre todo, el rechazo a la inmigración latina generan espanto dentro y fuera de EE.UU. Pero EE.UU. hace rato que no es un país homogéneo (¿alguna vez lo fue?). Aunque con excepciones, las cosmopolitas zonas costeras votan mayoritariamente demócrata y el interior vota republicano. Lo que en algunos genera rechazo en otros genera química, conexión, empatía.
SEGÚN PASAN LOS AÑOS. Desde los 60 para acá, el Partido Demócrata ha ido modificando su base social. No es algo excluyente. En Europa, a sus primos socialdemócratas les pasa lo mismo. Lenta pero constantemente, han ido perdiendo apoyo entre los trabajadores formales a la par que lo suman entre los profesionales independientes y las minorías.
El primer gran drenaje se produjo en los 80, cuando el republicano Ronald Reagan capturó muchos votantes demócratas que ya no se sentían seducidos por el discurso progresista y, en cambio, se esperanzaron con la Revolución Conservadora que proponía (y llevó adelante) el ex actor. El cada vez más lejano american dream.
¿Porque cada vez más lejano? Porque, lejos de empujarlos por ese sendero, la Revolución Conservadora profundizó la brecha entre los que más y los que menos tienen en EE.UU. La regresión de la distribución del ingreso tiene su correlato en peores condiciones laborales y servicios públicos de menor calidad.
Sin embargo, los demócratas, al igual que sus primos europeos, no frenaron ese desequilibrio y pactaron con el establishment permitirle darles espacio a los grandes negocios (que profundizan la desigualdad) a cambio de avances en áreas como racismo, discriminación, tolerancia, aborto, derechos de las minorías, etc., transformaciones culturales que permitieron que EE.UU. eligiese por primera vez en su historia un presidente de origen afroamericano y esté a las puertas de elegir a una mujer también por primera vez.
Pero un Rocky Balboa (el boxeador encarnado por Sylvester Stallone en la famosa saga fílmica) no conecta con el discurso de los derechos civiles. Será materia de otro artículo elaborar teorías de por qué no. Lo cierto es que el tradicional trabajador blanco, que supo ser demócrata, pero ha votado republicanos esperanzado en que el derrame económico le llegue (y nunca le llegó), conecta mejor con el discurso proteccionista y aislacionista de Trump que con el de una Hillary legítimamente orgullosa de romper el monopolio masculino del poder.
Sin la carga xénofoba de Trump, Sanders desplegó en lo económico un discurso atento a esa realidad. En la Convención, su hermano Larry hizo lagrimear al senador por Vermont cuando aludió a los sueños de sus padres, entre los que incluyó “la visión de Roosevelt”, que, a su juicio, debe recuperar el Partido Demócrata. ¿Qué es la visión de Roosevelt? Franklin Delano Roosevelt fue el presidente norteamericano que llevó adelante el New Deal, esto es, políticas económicas que le daban al Estado el rol de motor de la economía y que fortalecieron a los sindicatos. Fue reelecto tres veces y murió en su cargo en 1945.
Clinton ha ido girando su discurso en ese sentido. Sabe que genera mucho rechazo por su inocultable pertenencia a la elite política norteamericana de los últimos 30 años, la misma que lideró este proceso de empeoramiento de la distribución de bienes.
Sin embargo, las noticias que llegan desde EE.UU. remarcan, sobre todo, la importancia de su condición de mujer, y dejan en segundo plano que Clinton también habla de la necesidad de cobrarles más impuestos a los más ricos, de no ceder a las presiones de Wall Street y de mejorar la distribución del ingreso (que luego lo haga es otra cosa).
Trump, aún con sus contradicciones, sabe que el ex empleado fabril que ahora compite con un inmigrante mexicano por el puesto de mesero lo mira como un arma a disparar contra la elite de Washington, a la que culpa de su empobrecimiento. El interrogante es: ¿Clinton sabe que no alcanza con promover el más que legítimo derecho de las mujeres a ocupar la Casa Blanca? Si le pregunta a Bill, le diría: “Es la economía, Hillary”.
http://www.letrap.com.ar/nota/2016-7-29--le-alcanza-a-hillary-con-el-discurso-progresista-para-derrotar-a-trump
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